San Martín no lo dudó: llevó vino para cruzar los Andes y liberar a Chile y Perú

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Agosto es el mes de San Martín, el padre de la Patria, el Libertador de América, uno de los próceres más grandes de la Argentina y, junto con Sarmiento, uno de los principales impulsores de la vitivinicultura en estas tierras. A San Martín le gustaba el vino. Y también le gustaba mucho hablar del vino.

No era un improvisado. Conocía el tema desde chico y de primera mano. Su papá, Juan de San Martín, había administrado unos viñedos en Carmelo, Uruguay, en una de las primeras fincas plantadas por los jesuitas. Luego, lo trasladaron a Yapeyú para seguir con la misma tarea en otras fincas ubicadas en esa zona de Corrientes donde, luego, nacería José. Durante su adolescencia, en España, aprendió mucho más y, cuando volvió a Mendoza, su interés se profundizó.

En esa provincia, tuvo un viñedo en Barriales, departamento de Junín, ubicado hacia el este de la provincia, además de contar con una cava en la que guardaba los vinos que más le gustaban. Allí dejó varias botellas de vinos antes de salir a la campaña libertadora. Los abrió seis años más tarde, cuando regresó en 1823, para celebrar semejante gesta en distintos encuentros sociales.

Además de beberlos, a San Martín le gustaba hablar de vinos. Consideraba que era un placer para la buena mesa y una forma de comunicación, además de “un alimento de efectos benéficos para la salud y la energía del cuerpo”, cuenta el historiador mendocino Pablo Lacoste en su libro Vinos de capas y espada.

Por eso, el vino estuvo presente en el cruce de los Andes. San Martín no dudó en llevar la bebida de Baco aunque debiera atravesar una roca con alturas de 4.000 metros y temperaturas hostiles. Además de cebolla y ajo, el vino fue parte de la dieta de las tropas. Y acá vienen los datos interesantes: para los 5.200 hombres que integraron la expedición se incluyó una ración diaria de un litro de vino per capita. Sí, están leyendo bien, y está documentado en el libro que, a su vez, citas a otros historiadores de finales del siglo XIX. 113 mulas fueron las responsables de transportar el vino libertador. Con cierto jolgorio, Lacoste se atreve a afirmar que esa parece ser una de las razones por las que las tropas no sólo cruzaron la cordillera sino que también se enfrentaron con valentía suprema a las tropas realistas. Yo, la verdad, no lo dudo.

San Martín no improvisó con el vino en el cruce de los Andes. El ya había atravesado la cordillera de los Pirineos durante la guerra entre España y Francia a finales del siglo XVIII y allí había visto la exigencia que suponía para los soldados. Esa parece haber sido la razón por la que incluyó los vinos en la dieta.

Las anécdotas de San Martín y el vino son variadas, muestra de su inteligencia y de su humor. Hoy nos quedamos con estos datos. En la próxima, les contaré sobre una jugarreta, conocida pero no tanto, sobre un cambio de etiquetas. Una muestra de cómo el libertador de América también se permitía un tiempo para la diversión.

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Soy licenciada en Comunicación Social, egresada de la Universidad Nacional de Cuyo. Estoy especializada en telecomunicaciones, tecnología y economía digital. Mis conocimientos sobre la industria vitivinícola vienen por defecto. En la secundaria me hacía machetes en Braille.